Add your promotional text...

¿PARA QUE SIRVEN LOS MILAGROS?

En La Biblia encontramos dos hechos íntimamente ligados que describen situaciones particulares, que podríamos clasificar como sobrenaturales, ellos son: milagros y señales.

-Milagro: del griego dýnamis, significa “poder”. Es un hecho no explicable por las leyes naturales. Son manifestaciones sobrenaturales de poder, atribuidas a un ser superior.

-Señal: del griego sēmeíon, significa “marca” o “indicación”. Se trata de eventos relatados en La Biblia, que, aunque puedan ser o no milagrosos tienen el propósito de revelar una verdad más profunda. Tienen un significado más allá del propio evento.

  • Un milagro demuestra el poder de Dios.

  • Una señal indica un mensaje de Dios.

Jesucristo, además de dejar infinidad de señales a su paso, hizo muchos milagros. Sanó a enfermos, resucitó muertos, expulsó demonios, caminó sobre el agua y regresó de la muerte.

Convengamos que no lo hizo por deporte, ni para llamar la atención, ni para obtener ningún rédito, él tenía un propósito: mostrar su autoridad divina, su poder, y su amor por quienes se le acercaban. Aun hoy lo sigue haciendo.

Los milagros de sanidad, además de ser en su gran mayoría, inverificables, no resultan ser ninguna novedad dado que se reportan diariamente milagros de sanidad en templos de todas las religiones y son atribuidos a infinidad de personajes, hecho que demuestra además, que los milagros no serían propiedad exclusiva de los cristianos.

Por otro lado, si son o no milagros, no nos interesa, no nos mueve la aguja… nada cambia.

Deberíamos sí preguntarnos, si son prueba de algo en particular, o se trata solo de HUMO.

Como corresponde, acudiremos a las escrituras bíblicas.

1-En Lucas 17:11-19 leemos que Jesús sanó a 10 leprosos, “un verdadero milagro”, pero resulta que solo uno de ellos regresó para agradecerle (10%). ¿Qué pasó con los otros 9? Pregunto: ¿Los veremos en el Cielo?

Deducimos entonces, que ser protagonista de un milagro, no garantiza nuestra correcta relación con Dios. Como mucho, nos iremos SANOS… al infierno.

2-Jesucristo, Dios mismo, dio su vida en la cruz para que seamos SALVOS, no para que seamos SANOS.

Isaías 53:5: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados"

Más claro, échale agua.

Lo cierto, es que muchos cristianos, “Por mirar el árbol, pierden de vista el bosque”

Les contaré una anécdota, que he vivido personalmente, y que resume de alguna manera, lo que humildemente deseo transmitirles, se trata de lo que interpreto es el verdadero sentido de los milagros, para el Dios de La Biblia.

“En alguna oportunidad, un hermano, me pidió que lo acompañara a visitar a una iglesia que lo había invitado a participar con su música, en un culto. Con gusto lo hice. El culto se realizaba en una plaza y la concurrencia era muy importante.

Las palabras del predicador, giraron alrededor de su testimonio personal de vida. Nos confesó, que hasta hacía pocos años atrás, era ateo. No creía ni mucho menos confiaba en Dios. Negaba su existencia, pero, paradójicamente, discutía con él, e inclusive solía maldecirlo. Su vida era un caos, lo dominaba la bebida, la droga y la infidelidad hacia su esposa.

Un día, enfermó su única hija. Los médicos lo desahuciaron, “tiene los días contados” le dijeron, y Carlos, porque esta era su nombre, una vez más se enojó con Dios.

Por aquellos días, un par de hermanitas, cristianas, lo visitaron y le pidieron permiso para orar por su hija, a lo que Carlos, de mala manera aceptó. No había nada que perder, pensó.

Su pequeña hija, luego de las oraciones de estas fieles cristianas, y milagrosamente para los médicos, sanó.

Carlos concluyó su predicación esa tarde, enfatizando el hecho de que Dios “SANA”, y que su hija, presente esa noche en la plaza, era “la prueba del poder de Dios”

No faltaron las alabanzas, los aplausos, las aclamaciones de júbilo y los correspondientes ¡Aleluya!

El único confundido y molesto con las palabras del predicador era yo.

Le tomé el brazo a mi amigo, que estaba sentado a mi lado y le dije: ¡Este hombre está equivocado! ¡El árbol le tapa el bosque!

Porque “EL MILAGRO”, no era que su hija estaba sana y presente esa tarde en la plaza, “EL MILAGRO” era la vida transformada del propio Carlos, ayer maldiciendo a Dios y hoy sirviéndole con su testimonio. La sanidad de su hija había sido una “SEÑAL” que no supo identificar.

Los milagros, que parecen suceder en todos los templos, de todas las religiones, no tienen ningún valor espiritual en sí mismo, y cuando los sobredimensionamos sin ningún sentido, solo estamos perdiendo el tiempo.

Cristo, probablemente recordando lo que le había sucedido con los 10 leprosos, afirmó en Lucas 15:7

“Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (el 1%)

Cristianos: ¡Sí, los milagros existen! ¡Nuestro Dios es poderoso para realizarlos!

Pero tengamos cuidado: celebremos lo que verdaderamente hay que celebrar, alegrémonos de lo que realmente produce alegría en el corazón de nuestro Dios. Y esto, tal como lo afirmó el propio Jesús, es el arrepentimiento sincero de un pecador, de su pecado.

Afinemos el oído del alma para que el árbol no nos tape el bosque, para que nuestra fe, no sea solo HUMO.

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón