¿Por qué millones de fieles…?
Con todo el respeto que corresponde, me pregunto: ¿Cuál es el motivo por el que millones de fieles cristianos siguen practicando algo que la Biblia claramente cuestiona?
Semanas atrás fue inaugurada en el municipio de Crato, estado brasileño de Ceará, la estatua de la Virgen más grande del mundo. Dedicada a la Virgen de Fátima, alcanza los 54 metros, superando incluso al Cristo Redentor en Río de Janeiro, de 38 metros. Viene a mi mente la Torre de Babel.
¿Ignorancia, falta de conocimiento bíblico, formación religiosa distorsionada, hábitos incorrectos, marco mental deformado?
Probablemente, por haber asistido de niño a un colegio católico, casualmente el mismo al que asistió el papa Bergoglio, me refiero al Colegio Don Bosco, tengo alguna opinión formada al respecto.
Sin pretender inmiscuirme en lo que no me corresponde y como un cristiano del montón, trataré de describir honestamente lo que observo.
Cuando se cuestiona la veneración de imágenes, como es el caso de este posteo, suelen aparecer argumentos que he escuchado toda la vida: “no es idolatría”, “la imagen solo me ayuda”, “Dios mira el corazón”, “no adoro la madera, adoro lo que representa”, “no adoramos, veneramos”, “lo aprendí desde niño”, “el santo fulano o mengana me sanó, o me dio trabajo, etc. y otras.
Estas ideas están tan arraigadas, que el mandamiento de Éxodo 20:4–5 “No te harás imagen… no te inclinarás a ellas”, parece no existir.
Este pasaje bíblico y otros similares, no se leen desde cero, sino desde una interpretación previamente instalada, “donde el marco interpretativo termina siendo más importante que el texto mismo”
El mandato es claro y repetitivo, “el Dios de la Biblia prohíbe hacer imágenes e inclinarse ante ellas, sea para adorarlas, venerarlas o cualquier otro uso religioso”
Isaías 42:8 lo expresa sin rodeos: “No le daré mi gloria a nadie más, ni compartiré mi alabanza con ídolos tallados”
Todos sabemos que, en todos los aspectos de la vida, incluido el religioso, lo recibido desde la infancia marca profundamente a los seres humanos.
Cuando un niño observa a su familia arrodillarse ante una imagen, rezarle a una estampita, encender velas frente a un altar o persignarse ante una estatua, se está moldeando su espiritualidad.
Cuando un adulto delega la responsabilidad de investigar personalmente el contenido bíblico, comete un error con consecuencias. La costumbre vence al razonamiento.
En ambos casos hay responsables.
La realidad es que los argumentos para sostener estas prácticas, no tienen ningún fundamento bíblico, por el contrario, son cuestionados y condenados una y otra vez en las Escrituras.
El Salmo 115:4–8 describe con crudeza la impotencia de los ídolos y cómo quienes confían en ellos terminan pareciéndose a ellos. Léelo por favor.
La psicología explica en parte el fenómeno. Las imágenes hacen visible lo invisible, generan sensación de compañía, protección y consuelo, creando una percepción emocional de seguridad difícil de soltar.
Ahora bien, ¿por qué suceden estas cosas dentro del cristianismo?
La respuesta para mí, es sencilla y contundente: “porque una gran mayoría de los cristianos no conocen el contenido bíblico, tocan de oído.”
Leemos en Hechos 17:11 como el propio apóstol Pablo elogia a los hermanos de Berea porque “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si lo que escuchaban era correcto”
La mayoría de los fieles conocen textos, pero no conocen contextos. No distinguen entre una imagen artística y un objeto devocional, ni mucho menos comprenden la raíz del mandamiento bíblico.
Entonces piensan: “Dios prohíbe adorar ídolos, pero no condena tener imágenes.” Pero en el Antiguo Testamento el problema no era solo adorarlas, sino “utilizar cualquier imagen como medio religioso”
La advertencia es clara: “no hacer imágenes de ninguna índole para ningún uso espiritual, ni siquiera como apoyo visual”.
Cualquier acto devocional dirigido a un objeto, aunque se lo presente como simbólico, entra en conflicto con la voluntad del Dios de La Biblia.
Cuando un creyente ha construido toda su vida espiritual sobre rosarios, estampitas, procesiones, vírgenes, santos, altares, inciensos, y prácticas no fundamentadas en la Biblia, ha construido su casa sobre la arena. Mateo 7:24-27
Ahora vayamos al meollo de la cuestión.
Un viejo dicho argentino afirma: “La culpa no la tiene el chancho, sino del que le da de comer”, en otras palabras, los responsables, en principio, ante Dios, por estos graves errores son los eventuales líderes, que algún día deberán rendir cuentas.
La afirmación bíblica que leemos en Mateo 18:6 y Marcos 9:42 es contundente:
“… cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino… y que se le hundiese en lo profundo del mar.”
Pero la responsabilidad también es tuya, porque no podés lavarte las manos y mirar para otro lado.
Leemos en Timoteo 2:5: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo”
¡Más claro, échale agua!
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón