Tarados espirituales 2

Tiempo atrás mencionamos este tema, y hoy quiero insistir en él dada su importancia.

Muchos cristianos, particularmente los de origen protestante, en el afán de predicar la buena doctrina y en un intento de evitar de cometer errores doctrinales, suelen emplear el lenguaje bíblico de la Reina Valera 1960 en sus escritos y predicaciones.

Sin duda, debemos reconocer y respetar el valor histórico del vocabulario utilizado en la mencionada versión bíblica, pero también debemos aceptar, que posee además de una estructura arcaica, giros lingüísticos ajenos a nuestro propio idioma.

La estrategia de estos cristianos, que es correcta en sí misma, no siempre logra el efecto deseado, dado que debido a que la gran mayoría de nuestros oyentes no comprenden el lenguaje en el que les hablamos, sin querer conseguimos dos cosas: primero, que La Biblia parezca difícil de entender debido a su vocabulario, y segundo, que pierdan el interés en el tema.

En mi caso particular, probablemente por no haber nacido en un hogar cristiano tradicional, suelo utilizar un lenguaje disruptivo y coloquial que no siempre puede ser bien aceptado por todos. Así y todo, considero que esta forma de expresarme es más efectiva para comunicar con claridad mis creencias, particularmente a la gente joven.

El título de este artículo, es un ejemplo.

La expresión “tarado espiritual”, que no encontramos en La Biblia, podría interpretarse de diferentes maneras, inclusive, podría ser considerada como despectiva, pero lejos está mi intención de que así sea.

Actuar como un tarado, es un término lingüístico, que suele utilizarse en Argentina, para referirse a alguien que actúa de manera poco inteligente, insensata e irracional. También utilizamos en Argentina otros términos que no vienen al caso mencionar.

Oportunamente, Messi le dio fama a la palabra “bobo”, que al igual que “tonto”, resultan ser sinónimos de “tarado”

Personalmente identifico al tarado o bobo espiritual, como aquel creyente que dice practicar una religión, pero no tiene la menor idea de lo que realmente cree...y además… a todas luces se le nota.

Desconozco que sucede en otras religiones, tampoco me interesa, solo me referiré a los “tarados espirituales” que se auto perciben e identifican como cristianos.

El tarado espiritual, resulta ser un crédulo, que cándida e ingenuamente acepta sin cuestionar, cualquier información religiosa que le acerquen, no la evalúa, no la cuestiona, mucho menos la certifica como verdadera.

Lo engañan, le mienten, lo manipulan, pero él es feliz así. Si le dicen que las vacas vuelan, el tipo se lo cree.

Su vida eterna está en juego, sin embargo, el tarado espiritual, admite candorosamente cualquier cosa que le digan, por más insólita que esta resulte.

Suelen justificar su irresponsable actitud, confiando ciegamente en algún líder espiritual, y afirman, además, que lo hacen por fe, así de fácil.

Para estos “creyentes”, el razonamiento crítico, no figura en su arsenal cognitivo. Solo vasta conversar con ellos para darnos cuenta que sus opiniones acerca de las creencias dogmáticas que algunos afirman vehementemente profesar, son vacías y sin fundamentos bíblicos.

Este tipo particular de “creyentes”, existen en todas las denominaciones y comunidades cristianas, siendo, el fenómeno, muy evidente en algunas, y menos en otras. Deberías analizar que sucede en tu congregación.

Estos cristianos, adolescentes, suelen afirmar, sincera y honestamente, que conocen el contenido bíblico, aún sin haberlo escudriñado nunca. Solo repiten como loros lo que alguien, probablemente también sincera y honestamente, les predica y enseña.

Chocan de plano con la recomendación del propio Jesucristo cuando afirmó:

“Examinen las escrituras, porque ustedes saben que en ellas encuentran la vida eterna, y son precisamente ellas las que testifican de mí”.

Juan 5:39

Según mi humilde entender, y me hago cargo de lo que digo, una iglesia cristiana que no enseña La Biblia a sus feligreses resulta ser una fábrica de tarados espirituales.

La razón es sencilla, estas congregaciones, no producen discípulos, que luego harán nuevos discípulos, sino que simplemente se dedican a amontonar gente en sus templos. La cantidad, resultaría ser más importante que la calidad.

A estos feligreses, los vemos luego, desanimados y perdidos, saltando de santo en santo, de templo en templo y de congregación en congregación.

El apóstol Pablo los describe:

“…son niños indecisos y vacilantes que por falta de madurez son llevados de aquí para allá por cualquier viento de doctrina … y pueden ser fácilmente engañados por otros hombres, sin escrúpulos …”

Efesios 4:14

En mi caso en particular, me resisto a que me digan lo que tengo que hacer, me resisto a que me impongan lo que está bien y lo que está mal, o que intenten manipularme según experiencias o intereses personales de quien fuere, me resisto a comportarme como un tarado espiritual.

El apóstol Pedro nos aconseja:

“… estén preparados en todo momento para argumentar con humildad y respeto, a cualquiera que les pida explicación, sobre la esperanza que ustedes tienen”

1ª Pedro 3:15

Y la única forma de estar preparados, nos guste o no, lo aceptemos o no, es estudiando e investigando personalmente el contenido bíblico.

La Biblia es el “Manual del Fabricante”, como solía llamarla Miguel Ángel Robles, un querido pastor, en ella, no solo encontraremos cual es el plan de Dios para nuestra salvación, sino también su voluntad para nuestra vida en esta tierra.

No sé a qué templo cristiano estas asistiendo, pero si en él no te dan la oportunidad de estudiar las escrituras bíblicas en una forma libre, ordenada y sistemática, no te digo que huyas, pero sí, reclama a quien corresponda, para que lo haga.

No pierdas de vista que tu vida eterna y la de tu familia están en juego… que no es poco.

Solo me queda mencionarte, por si te has sentido aludido, un viejo dicho argentino:

“Al que le quepa el poncho que se lo ponga”

Poncho: prenda de vestir típica de Sudamérica. Se trata de un sencillo abrigo de tela gruesa en cuyo centro hay un agujero por el cual hay que pasar la cabeza.

Juan Alberto Soraire

Un cristiano del montón